Es increíble. En esta ciudad realmente se ve de todo. Y todo está bien.
Hoy en el subte – 13 hs, no iba muy lleno - iba sentado en frente mío un muchacho, común, pelo castaño oscuro, larguito, melenita digamos, con un bebé en un cochecito. El nene tendría un año más o menos, lindo y muy simpático. En una estación de pronto, el muchacho saca de la parte de atrás del cochecito a un perrito, blanco, de esos con rulitos, tipo Poodle, (uh no me acuerdo el nombre en castellano!), lo baja del cochecito, el perrito con su correa, claro, el hombre se levanta y se dirige hacia la puerta, con cochecito y perrito. Imagínense la imagen. Iba vestido con una camisa de mangas cortas, pantalones color caqui a la rodilla y zapatillas negras sin medias (en NY está haciendo bastante calor, por cierto). Y este muchacho se paró en la puerta esperando llegar a la estación donde tenía que bajar, con todas las miradas de todos los que estaban en el vagón encima de él. Muy estoico! Jajaja. Y raro! No sé si decir que era ridículo, pero sí muy cómica la situación. Y se bajó nomás, con el cochecito y el perro, jajaja.
Después, por la 8va avenida, que no es nada paqueta ni mucho menos, sino que es una calle bastante ordinaria por cierto, una chica, muy linda, muy orgullosa de su porte, con un vestido onda años cincuenta (tipo solera, escotado, cintura finita, pollera amplia acampanada) en raso lila (ooohhhh) del tipo que uno en Buenos Aires usaría solamente, y nada más, que para un cócktail bien formal o una fiesta. Y ella, lo más campante, caminando por esa calle que hasta podría ser vista como ordinaria, con ese vestidito, y, obviamente, la mirada de todos.
Porque no es que la gente no mire las cosas raras. Es que las cosas raras son un “must”, algo obligado, que algunos disfrutan con mostrar para sentirse observados. ¿Vergüenza? Mmm acá no se sabe qué es esa palabra, jajaja.
Después, ya a la tardecita, una pareja de orientales – creo que japoneses -. Él todo bien, de traje, nada llamativo. Ella… muy elegante. Sandalias negras con buena plataforma, medias negras hasta debajo de la rodilla, un vestidito onda bebé, hasta encima de la rodilla, con una pecherita y unos voladitos en el cuello y en los puños de las mangas cortas, abotonado al frente hasta el cuello, de una tela estampada de fondo gris con unos diseños tipo arabescos en negro. Finalmente, un saquito negro colgado de la cartera gris de tela con un estampado totalmente desapercibido, nada que llamara la atención, por lo menos no más que las medias! Jajaja. En realidad, estaba bastante elegante, pero es algo que a uno jamás se le ocurriría en Buenos Aires por miedo al ridículo.
Y ni hablar de los gorros y gorras, de las botas y las hojotas y todo todo todo. Y del transexual contoneándose por la 9ª avenida volviendo de hacer compras, y en la misma avenida los pósteres en la calle con la imagen de dos hermosos muchachos en slip abrazados y mimándose publicitando un sitio para encuentros gay, y la mamá con la hija en una bicicleta de dos asientos por la avenida. Todo eso en una cuadra. Y más, más y más.
Uh! En el primer día por New York ya vi tantas cosas que se me pierden en la cabeza! Eso sí, nada que ver con Houston. Acá la vida brota de la calle, de las paredes, de las veredas. La gente caminando por todos lados, matrimonios o señoras cenando a las 18 hs, o muchachotes tomando cerveza en un pub a esa misma hora como si fueran las 2 de la madrugada. Todo es posible en NYC.
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