
El baterista y el tecladista de mi banda formaron un trío de jazz (al que llamaron RARE) junto con un bajista amigo de ellos y compusieron unos temas.
Cuando en diciembre me dijeron que planeaban ir a la costa, pero con el bajista que toca en mi banda (ya que el integrante original del trío no podía viajar con ellos), instantáneamente me salió ofrecerles venir a quedarse donde estaba yo.
En síntesis. Se vinieron a quedar en el depto. los cuatro. Sí, los cuatro. Porque el trío viajó, con los instrumentos y el equipo (dos bafles, cables, consola, etc., etc., además del teclado, la batería y el bajo) en la camionetita Fiorino de un cuarto que es amigo del bajista y que, además de poner la camioneta y conducir, hacía las veces de plomo y ayudante.

De ese modo, en el depto. donde normalmente hay cuatro personas, estábamos cinco. Dos dormían en el comedor (donde había una camita marinera con camita debajo) y los equipos, y dos dormían en la otra habitación donde también dormía yo, todos en camitas individuales de una plaza (dos marineras y una de las que se disimulan debajo durante el día y se desplazan para ser usadas durante la noche - (jajajaja espero que se entienda, un mueble tan común y es tan difícil de explicar)

Como yo había llegado antes, había hecho algunas gestiones para ver si podían tocar en algún lugar con el auspicio de la Secretaría de Cultura. Y así fue. Llegaron el viernes 2 de enero y ese mismo día tocaron y también el finde.
De más está decir que yo terminé uniéndome al grupo y éramos cinco que íbamos y veníamos con los equipos. Y también me invitaron a cantar algunos jazz standards que tengo en el repertorio y que ellos conocían (Obvio, si tocaron conmigo todo el año en mi banda! jajajaja (Superwoman y Summertime).
Como resultado de todo ese ajetreo fui poco a la playa. La verdad es que nos acostábamos muuuy tarde - yo normalmente trasnocho mucho -, me levantaba al mediodía, salía a caminar, iba a la playa a eso de las 16 hs, y ya a las 18 hs estábamos preparándonos para ir a tocar a algún balneario.

En fin! Fue toda una experiencia. Una fantástica experiencia. Con mucha libertad y tolerancia y también con sentido común. La única regla que había era no fumar dentro del depto. Por lo demás, todo el mundo se adaptó y lo pasamos genial. Con mucho trabajo - muchas actuaciones - pero... eso era lo que queríamos!

Los chicos estaban contentos y exhaustos. Porque salvo por un día, tocaron todos los días y en varias oportunidades dos en el mismo día. En balnearios, en un restaurante, en shoppings, en un boliche, en una plaza - en cualquier lado donde les dieran un toma con electricidad y un cuadradito donde instalarse, y... si les pagaban mejor, claro!

Algo muy pero muy importante es que la música que hacían le encantaba a la gente. Vendieron unos cuantos cds y recibieron muchos aplausos y elogios. Bien merecidos. Son músicos excelentes... y tengo la suerte de que toquen conmigo.
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