26 mayo, 2015

Colonia del Sacramento - Uruguay

19 de mayo de 2015.
Mañana húmeda, como todas aquí.
Va calentando el sol y las mujeres salen, por la tarde, a barrer las hojas, millones de ellas, que cubren la vereda.
Es el paisaje habitual. Las casas con desvanes, la puerta siempre abierta.

Los hombres tan masculinos, las mujeres tan indiferentes. El paisaje del río se ve desde todos lados. Los árboles añejos irrumpen en medio de las calles empedradas imponiendo su precedencia. La paz es absoluta.

Un pueblo grande, un mundo pequeño; turistas por doquier. Caminar es un deber. Cuando pienso en cuán diferente transcurre la vida aquí me confundo.



Y un atardecer de ensueños


20 de mayo de 2015. Las Santa Rita están de fiesta, al igual que las cotorras que ensordecen desde las palmeras del boulevar de Av. Las Flores.
Y aunque el día está templado, y soleado, siendo mitad de semana, aunque hay bastantes turistas, se ve muy poca gente por las calles. Es tan apacible caminar por las calles empedradas.
Das la vuelta y es otra foto y los anuncios de los bares y restaurantes te engañan con un "chivito", que no es carne de cabra o de chivo, como en Argentina, sino que es un churrasco finito.
No querés comer, solo querés mirar el paisaje del río y dejarte llevar. Subyuga, hipnotiza.
Acá me quiero quedar, hasta que me despierto y comprendo todo lo que me falta, que no puedo - no quiero - abandonar. Lo que extraño. Tal vez debería tratar.
La cercanía, la inmediatez del río me fascina. ¡Me encanta este lugar! Pero siempre necesito volver.

Desde el ferry ya se va viendo la costa de Buenos Aires a lo lejos.

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